miércoles, 13 de junio de 2007

MORALIZANDO LA ESCUELA PUBLICA


Por Miguel Godos Curay
Miguel de Castilla Urbina, el nuevo Ministro de Educación de Nicaragua, ha anunciado a poco de iniciar su gestión, una singular iniciativa denominada “Cruzada Nacional de Moralización de la Escuela Pública” cuyo objetivo es reivindicar el derecho ciudadano a una educación de calidad, gratuita y universal. Este compromiso aborda dos aspectos: la necesidad de una educación inclusiva y el reconocimiento de la educación como un proceso que confiere fortalezas a las personas y le permite un desempeño eficaz en la vida social. Las personas educadas son capital humano necesario para el desarrollo económico y social. Para ello se necesitan maestros

La educación es una inversión que produce riqueza, bienestar individual y desarrollo social. Por eso la educación provoca cohesión social y posibilita la construcción de consensos democráticos. A mayores niveles de educación menores niveles de pobreza y autoritarismo excluyente. La buena educación se refleja en la calidad de la participación ciudadana. Por eso todo proceso educativo entraña valores. Cada modelo educativo encarna en su esencia una estructura de valores que se reproducen en la escuela y en la propia sociedad. Si en las escuelas no se confiere importancia al aseo y la limpieza no nos extrañemos después de tener ciudades pobladas de basurales. Tal como señala Max Scheller la sociedad prefigura valores y modelos a partir de su personal interpretación de la vida y su propia noción de amor emocional que son la fuente del destino y valor moral de las personas..
El modelo es la encarnación personal de una estructura de valores. Son estos modelos, y no las normas, los que mueven y modelan la personalidad de las sociedades. Los modelos son el motor de la historia, afirma Scheler. El modelo a diferencia del jefe no ejercita poder sobre la voluntad, sino sobre la conciencia de valores y sobre la estructura de amor y odio que constituye el núcleo del querer y del obrar de las personas. Por eso mismo, dice Scheler, no elegimos voluntariamente el modelo, sino que él nos posee, nos atrae y sumerge inconscientemente en su mundo.
Toda sociedad necesita modelos y su transmisión se efectúa mediante tres factores: la herencia de la sangre, la tradición y la fe no necesariamente religiosa en alguien. Cada modelo tiene su polo opuesto que brota por despecho o desilusión. A nivel general hay modelos de acuerdo a cada una de las cinco categorías fundamentales de valores: El artista simboliza el valor de lo agradable y bello; el líder y conductor de la sociedad encarna el valor de lo útil; el héroe que lo entrega todo el valor vital como esfuerzo supremo; el genio, encarna la búsqueda del conocimiento y la verdad; el santo, significa la trascendencia por amor a Dios. En la realidad no encontramos modelos en estado puro, sino entremezclados.
Una sociedad cuyo sistema educativo no tiene modelos que proponer o los crea o por el contrario recurre a los “anti-modelos” que son los más abundantes y que lejos de abrir horizontes de esperanza, frustran y destruyen. Nuestra educación padece una ausencia de modelos. De los héroes sin victorias y los a líderes producto de la emoción casual que finalmente se disuelven porque sus cimientos son de arena hemos transitado a cracks incapaces de triunfos. Admiramos a empresarios de fortunas fáciles por lo que dilapidan y evaden al fisco que por lo que con sudor y esfuerzo contribuyen al desarrollo del Perú.

El colmo resulta que muchas veces, sin darnos cuenta, hasta a los propios educadores con complacencia nos gusta ser modelos perniciosos de impuntualidad, de ociosidad banal e improductiva, de improvisación de trapecista, de huachafería y mal gusto. Somos expertos en hacer picadillo el logro ajeno por pura envidia. Leemos poco y presumimos mucho. Y aunque no nos hayamos percatado tenemos una conciencia de piel dura como los elefantes precisamente para no darnos cuenta.

No hay comentarios: